En las primeras 24 horas, se descargaron 35 millones de copias de iOS 7, la nueva versión del sistema operativo de Apple para dispositivos móviles. Es casi todo lo que puede decir la estadística, y el lector ya conocerá los detalles por otros medios, si el asunto le interesa. El papel de este blog es otro: tratar de discernir cómo encaja en una estrategia que despega con los nuevos iPhone y el próximo iPad. Habría que remontarse a octubre de 2012, cuando tras el desastre de Apple Maps, Tim Cook destituyó a Scott Forstall y decidió unificar todo el diseño bajo el mando del británico Jonathan Jony Ives, hasta entonces responsable sólo del hardware.
El sistema operativo iOS – diseñado por el equipo de Forstall y, como todo en Apple, avalado personalmente por Steve Jobs – sobrevivía sin cambios notables desde 2007, cuando apareció junto con el primer iPhone. Sigue la arquitectura básica de la home, con los iconos organizados en forma de grilla, pero cambian los iconos, y esta decisión fue cuestionada cuando Ive lo presentó públicamente en junio, en la conferencia de desarrolladores de San Francisco.
Algunos frikis del diseño escribieron entonces que iOS 7 era «inconsistente y confuso», porque imitaba elementos conocidos de Android, del fallido Zune de Microsoft, del interfaz Sense de HTC, o del fenecido WebOS de Palm. Como si esto no fuera venial en una industria que se llena la boca hablando de innovación mientras copia todo lo que puede copiar, y más. El más notorio de los cambios consiste en el abandono de las sombras, texturas y reflejos que daban a iOS 6 (y a los anteriores) una apariencia tridimensional. Se acabó el ´skeumorfismo` de Forstall, representación virtual de objetos de la vida cotidiana (bloc de notas, calendario, biblioteca), y en su lugar se adopta un diseño plano y minimalista, acorde con los principios que Ive ha aplicado durante años en el hardware de Apple.
Con un look and feel más moderno, el nuevo sistema operativo presenta una imagen más uniforme de las aplicaciones propias de Apple, que son por lo general la puerta de entrada del usuario. El efecto de simplicidad y limpieza envía un mensaje a los desarrolladores sobre cómo deberán ser sus aplicaciones, pero iOS 7 no es sólo un cambio de piel: introduce una nueva estructura del interfaz. Según Ive, el propósito es crear una relación armoniosa entre todos los elementos.
Ahí está la clave. Porque Jonathan Ive es, probablemente, el diseñador más celebrado de la actualidad; en 2012 fue ennoblecido por la reina Isabel II con el rango de KBE (caballero del Imperio Británico), pero esto no ha alterado su talante. De Ive dijo Jobs, en la biografía de Isaacson, que aparte de él mismo «es la persona con más peso intelectual dentro de Apple». Y al parecer sigue siéndolo, como intérprete de una estrategia que integra hardware, software y servicios para ofrecer al usuario una experiencia que es ´la marca de la marca`.
¿Era necesario un cambio de apariencia en el sistema operativo? Quizá no para vender más dispositivos, pero sí para vender servicios y contenidos. Lo que el usuario ve al enfrentarse a la pantalla es el inicio de una experiencia que lo retiene como consumidor. Desde 2007, todos los rivales del iPhone – menos Windows Phone, que ha seguido otro camino – han emulado la idea de la pantalla como cuadrícula de iconos; lo que valió durante seis años como factor diferencial ya no es suficiente. Apple tiene que competir con Android, Facebook y Amazon, cada uno con su look and feel singular para atrapar al consumidor y cada uno con su propósito de ´monetización` .
Antes del iOS7 – ha explicado Ive – los desarrollos de aplicaciones se han basado en la premisa de que los usuarios eran novicios con el interfaz táctil. Ya no es así, y los desarrolladores tendrán que someterse al cambio que ha introducido Apple. A esto se añade otro factor, la introducción del procesador A7 de 64 bits es un movimiento radical: Apple ha recompilado el código de sus aplicaciones para que puedan trabajar tanto en dispositivos de 32 bits [iPhone 4 en adelante, iPad 2 en adelante, última generación del iPod Touch] como en los nuevos y los que vendrán. Es una invitación en toda regla para que los desarrolladores hagan lo mismo.
Si no lo hiciera, las aplicaciones existentes podrán funcionar, pero van a parecer irremediablemente antiguas, lo que puede dar pretexto a Apple para proceder a una limpieza del catálogo. Para las nuevas aplicaciones, se ha elaborado unas Human Interface Guidelines de obligado cumplimiento para que se les franquee la entrada a la AppStore. A pesar del orgullo promocional con el que la compañía presume de la cifra de aplicaciones disponibles [más de 800.000], la realidad es que más que el número le interesan su atractivo para captar rentabilidad. Es un enfoque diferente al de Google, cuyo negocio es la publicidad y no la comisión por ventas de aplicaciones en su tienda.
Conviene no equivocarse: iOS 7 es mucho más que cosmética, es la estética al servicio del negocio. Aporta las bases para potenciar campos existentes como los juegos – a lo que ayuda el manejo de otro procesador gráfico – o nuevos como la publicidad en iTunes Radio. También podrá acoplarse con el asistente Siri [a fin de cuentas, un buscador] y quizá hacer que por fin despegue Passbook. Además, cuando Apple se rehaga de la frustrante experiencia con sus mapas [para eso ha hecho un par de adquisiciones] podrá materializar iCar, propuesta con la que sorprendió en junio.